PUNTOS DESTACADOS
- El transporte sostenible tiene una incidencia directa sobre la calidad del aire, mejorándola.
- El tráfico de vehículos representa una de las principales fuentes de contaminación del aire en las ciudades.
- La crisis sanitaria provocada por el coronavirus ha cambiado los patrones de movilidad de muchas personas.
- La monitorización de la calidad del aireControlar la calidad del aire es una tarea esencial para disfrutar de unas óptimas condiciones ambientales que favorezcan un saludable desarrollo humano y...
Leer más se configura como un valor en alza para certificar el éxito de las medidas orientadas a promover un transporte menos contaminante.
Detectores de calidad del aire y movilidad guardan una estrecha relación. Al fin y al cabo, cuando la ciudadanía apuesta por un transporte sostenible, los índices de calidad del aire tienden a mejorar. Cuando el uso del vehículo privado gana terreno sobre otras opciones, las condiciones ambientales se resienten. Y los sistemas de monitorización ambiental muestran con claridad esta evolución. De ahí su utilidad.
Pero la súbita llegada del coronavirus y el temor a los contagios ha traído consigo múltiples cambios. Entre ellos, un replanteamiento de la movilidad diaria de las personas.
¿De qué forma se dejan sentir estos cambios en la calidad del aire de las ciudades? ¿Cómo lo están reflejando los detectores de calidad de aire y qué rol están llamados a desempeñar en la nueva realidad?
El tráfico y las medidas disuasorias, una razón de peso para monitorizar la calidad del aire
Es indudable que en las decisiones que se toman en torno a la movilidad personal entran en juego diversos factores. Algunos están relacionados con la comodidad o la economía. Otros, con la disponibilidad de diferentes medios de transporte o el tiempo de desplazamiento que exige cada medio. Y sí, algunas personas también ponen en consideración la protección ambiental. No en vano, las emisiones procedentes del tráfico son una de las principales fuentes de contaminación de las zonas urbanas. Así lo atestiguan análisis tales como The European environment — state and outlook 2020, publicado por la Agencia Europea de Medio Ambiente a finales de 2019.
Las ciudades llevan tiempo tratando de poner freno a esta situación. De ahí que cada vez sean más habituales medidas tales como la delimitación de zonas de bajas emisiones (ZBE), la progresiva electrificación del transporte público o el fomento en el uso de transportes como la bicicleta. Y es indudable que una de las mejores maneras de verificar el éxito de estas medidas recae en el establecimiento de un sistema de monitorización ambiental.
Por esta razón, detectores de emisiones como nuestro Kunak AIR Pro son sumamente útiles. Su relación calidad-precio, la facilidad de instalación y puesta en funcionamiento y su capacidad para transmitir datos en tiempo real permiten obtener una imagen fiel de los niveles de contaminación en las ciudades y del éxito de las medidas puestas en funcionamiento. Como ya hemos argumentado en diversas ocasiones, no sustituyen a las redes oficiales de monitorización de calidad del aire, sino que las amplían y complementan. De este modo, se puede abarcar más superficie a un menor coste y con una precisión muy cercana a la que proporcionan los equipos de referencia. Asimismo, posibilitan obtener un análisis de la situación con una mayor resolución, lo que puede facilitar las decisiones acerca de dónde es necesario situar una estación de referencia.
Y en este intento de mejora la calidad de vida en las ciudades estábamos cuando el coronavirus irrumpió y puso patas arriba todos nuestros comportamientos.
Menos tráfico, mejor calidad del aire
Una de las primeras cosas que dejó patente la pandemia fue la estrecha relación entre tráfico y calidad del aire. Así y a medida que los países se confinaban y restringían la circulación, los miles de detectores de calidad del aire dispersos por el mundo, tanto oficiales como complementarios, comenzaron a mostrar cómo descendía la concentración de los distintos agentes contaminantes, como ya comentamos en nuestro blog. Los sistemas de monitorización del aire que Kunak tiene instalados en los puertos marítimos de Baleares también mostraron este cambio.
El planeta se convirtió, por decirlo de alguna forma, en un laboratorio en tiempo real.
Pero conforme la situación recuperaba cierta normalidad, los países reabrieron sus fronteras. Los vehículos volvieron a ocupar las calles de las ciudades y los niveles de contaminación volvieron a crecer. No obstante, esta vuelta al pasado ha incorporado al tablero de juego un poderoso condicionante que puede alterar el curso de la partida: el temor al contagio por coronavirus.
Cuando el miedo dicta la movilidad personal
Andenes masificados, vagones atestados, autobuses repletos… La sensación de inseguridad que transmite el transporte público está provocando que muchos de sus usuarios habituales renieguen ahora de su utilización, tal y como pone de manifiesto este esquema publicado por McKinsey & Company.
En muchos casos se trata de un temor poco fundado, ya que las evidencias apuntan que la observación estricta de las medidas higiénicas y sanitarias disminuye el riesgo. Sin embargo, la percepción negativa se ha asentado en gran parte de la sociedad y va a ser complicado revertir esta visión.
En las ciudades que están sabiendo responder al problema con imaginación y voluntad, facilitar en todo lo posible el uso de la bicicleta y favorecer la peatonalización de los centros urbanos se ha convertido en el nuevo mantra. Un ejemplo claro, París.
Pero allá donde no se están adoptando medidas alternativas con celeridad, el uso del vehículo privado, con un único ocupante, gana adeptos. El resultado, la posibilidad de que ciudades como Madrid puedan ver aumentados sus niveles de contaminación hasta un 27 %, tal y como advertía recientemente Ecologistas en Acción.
Y las consecuencias de este cambio de comportamiento en la movilidad no pueden ser más nefastas:
- Más contaminación atmosférica que repercute de forma directa sobre la salud de las personas y, según las crecientes pruebas, podría agravar la sintomatología de la COVID-19. En torno a la transmisibilidad, no existe aún un consenso generalizado, aunque no se descarta y es una cuestión que está siendo objeto de análisis.
- Mayores niveles de ruido, un agente contaminante del que sabemos que altera mecanismos tan fundamentales como el sueño.
- Incremento en las emisiones de CO2, con lo que este problema implica para el calentamiento global.
- Reducción de la actividad física, que se traduce en un mayor sedentarismo y una mayor incidencia de las enfermedades asociadas a la falta de ejercicio.
Medidas urgentes para no echar por la borda años de mejoras
Las ciudades tienen ante sí el enorme reto de hacer que la ciudadanía se sienta segura frente a la pandemia y luchar al mismo tiempo contra la crisis climática. Ambas cuestiones deben ocupar lugares prioritarios en las agendas de las zonas urbanas. ¿Cómo conseguirlo? Aquí van algunas medidas que benefician ambos propósitos:
- Fomento de los trayectos a pie y uso de la bicicleta, dos de las medidas que mejores resultados están ofreciendo. Su puesta en práctica asegura el distanciamiento físico, reduce el nivel de emisiones e incrementa la actividad física. En las ciudades donde se están implantando, la acogida está siendo muy buena.
- Refuerzo del transporte público, siendo imprescindible reducir las frecuencias de paso para evitar aglomeraciones y hacer que las personas se sientan más seguras.
- Monitorización en tiempo real de la inmisión y comunicación pública. Es fundamental hacer ver a la gente la relación entre contaminación y salud y tráfico y emisiones. La calidad del aire debe convertirse en un factor de decisión en todo lo concerniente a la movilidad personal.
Conclusión
Hacer posible que las ciudades conozcan en todo momento cómo es la calidad del aire es una de las mejores formas de reforzar la salud pública y la concienciación ambiental y social. Por eso en Kunak creemos que la monitorización de la calidad del aire debe convertirse en una herramienta más para luchar contra la pandemia y los nuevos hábitos impulsados por el miedo que trata de implantar.
Al fin y al cabo, la contaminación del aire nunca ha sido un juego. Y, en estos momentos, aún menos.